sábado, 24 de marzo de 2007

Gayatri: 4 día de ayuno

Esta navidad del 2004, Su Santidad Juan Pablo II, el mensajero de la paz, recordó en su discurso, la guerra de Irak, el conflicto Palestino Israelí, la tragedia de Tarfur en Sudan, el conflicto sangriento de Costa de Marfil, la región de los grandes lagos en África y todas las tensiones latentes en Afganistán, Chechenia, Corea del Norte, etc.

El Papa dijo: por doquier se ve la necesidad de la paz. La única manera de construirla es huir horrorizados del mal y buscar con valentía el bien.

Huir horrorizados del mal, en el contexto de nuestra sadhana espiritual es hacer un esfuerzo sostenido por alejarnos de los desvaríos mentales y, de los desbordes emocionales. Esta no es una tarea fácil. Estamos siendo atacados por los perfiles más oscuros de nuestra personalidad que se asocia obstinadamente a la enfermedad. Si avanzar espiritualmente significa dejar un cementerio de victimas, dónde está el mérito? Buscar de un modo enfermizo el protagonismo, la fragmentación y la confrontación no es una señal de avance espiritual, como no lo es el consumo de alimentos que envenenan o el cigarrillo una invitación a la vida sana. Qué significa realización del ser, avance espiritual y tantas otras proclamas que tomamos prestadas de los libros y discursos de otros, si en el comportamiento más básico nuestra conducta es reprochable? La Navidad debe ser un momento de reflexión para proponernos huir “horrorizados” del mal. En principio el mal que nos provocamos a nosotros mismos y luego, la ansiedad que causamos a todas las personas que están a nuestro lado. No debemos temer al a verdad, debemos orar, pero si necesitamos de la medicina, debemos recurrir a ella. Los grandes maestros de la espiritualidad nos dan ejemplo al respecto, hoy mismo tenemos pruebas irreprochables en ese sentido. La fantasía es una enfermedad que está definida por la ciencia médica; su patología es clara y también su tratamiento. La fantasía es maya, una ilusión capaz de destruir en un segundo toda una vida de sadhana espiritual. El devoto verdadero vive en la realidad de su verdad interior y esa verdad jamás puede confrontarse con la de otros, porque es una experiencia personal, una vivencia destinada a él exclusivamente. Quién sostenga lo contrario comete perjurio contra el cielo. Es lamentable que nuestro deseo escondido sea ser reconocidos como gurus y no como dasas. Dasa significa servidor, servidor de un fin superior, sirviente de una meta sagrada, de Dios. Por eso nuestros nombres significan servidor o servidora de gayatri en cualquiera de sus aspectos o murthis. Esto no es caprichoso, no es una fantasía, es una realidad del alma que siente que debe agradecerle a Dios por “todo el bien que le hace”, al estilo del salmo del Rey David. Los devotos de Gayatri Vedanta Yoga afortunadamente somos muy especiales, todos deseamos y competimos por ser dasas o dasis, porque esa es nuestra verdadera posición. Y esta verdad la experimentamos cuando recibimos la gran cantidad de correo privado cada día y el deseo sincero que muestran los devotos por servir, siempre servir a la causa de la luz y del amor, al estilo del mensaje que envió la madre Shanti Prema Dasi. La navidad debe servirnos para reflexionar, reflexionar por ejemplo sobre por qué decimos “madre” y no señora. Decimos madre porque así lo establecen los vedas, las escrituras y las enseñanzas de casi todos los maestros de la India, enseñanzas que nosotros asumimos como verdaderas y parte esencial de nuestras vidas. Decimos madre porque es un ejercicio de control de los sentidos, por eso está establecido en los vedas. Si vemos a la mujer que está frente a nosotros como madre, nuestros sentidos se pacificaran y no tendremos pensamientos extraños, éste es el sentido que tiene y esta es la importancia para los devotos. No es capricho de la mente afiebrada de cualquier delirante. Nosotros sostenemos la cultura vedica y por lo tanto cada actividad o palabra tiene un significado profundo. Si estamos atentos a nuestra sadhana podremos descubrir los significados místicos y ocultos, si vivimos en la superficie de nuestro propio ego, en los límites borrosos de los juegos de palabras sacadas de aquí o de allá, solo obtendremos frustración y desconsuelo. En última instancia enfermedad. Todos debemos sacar serias conclusiones de las palabras de los hombres santos, en este caso de Juan Pablo II, porque nos recuerda que la paz se construye cuando ponemos fin al tormento mental y a la angustia existencial, a ese caminar sin rumbo por una calle cualquier de una ciudad cualquiera, a la mirada afiebrada sedienta de callar los sentidos reprimiendo la bondad del corazón. Entonces, si nos regulamos y controlamos la mente, seremos valientes buscadores del bien.